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Como las novelas, las películas del cine romántico manosean el amor por todos los flancos abiertos. Tocan lo dulce, lo amargo, lo caducado. Lo hacen las clásicas y lo hacen las actuales.
Publicado porCharo Lagares
Periodista especializada en cultura
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La películas de amor hacen creer y desengañan. Enseñan. Lo bueno y lo malo. Insinúan la existencia de los finales felices y muestran lo que viene después. Y viene el aburrimiento, la tensión, la recriminación. Y el remonte. Y la aproximación a la idea del amor real, el que resiste a los fogonazos iniciales. Eso hacen las cintas románticas. Como las novelas, las películas del cine romántico manosean el amor por todos los flancos abiertos. Tocan lo dulce, lo amargo, lo caducado. Lo hacen las clásicas y lo hacen las actuales.
En febrero, A todos los chicos: P. D. Todavía te quiero refrescó el género de la romcom (romantic comedy) adolescente. En el último año, Yesterday, la comedia musical en la que el mundo quedaba privado de los recuerdos de Los Beatles tras un corte eléctrico a nivel global, indagó en los inicios del amor. Meses más tarde, para España ya al borde del 2020, Historia de un matrimonio diseccionó las cenizas del amor. Noah Baumbach rebuscó tras la puerta del final feliz. Una actriz y un director de cine disolvían su relación entre abogados y gritos. Stanley Donan ya había experimentado con la idea. Frente a su cámara, Audrey Hepburn y Albert Finney. O sea, Joanna y Mark. En Dos en la carretera, el matrimonio viaja en coche. Deben recorrer Francia. Él tiene reuniones y celebraciones de trabajo al otro lado del país. Ya lo habían hecho antes. Se conocieron sobre el asfalto. Primero, en un barco. Luego, en un hostal. Mark viajaba solo y Joanna con un coro femenino. Todas las chicas, menos ella, contrajeron la varicela. En su fuga, Joanna coincide de nuevo con Mark, cargante y denso.
Los episodios de la historia de Mark y Joanna se saltean. Las recriminaciones abren la puerta a las escenas tiernas de los comienzos, desvelan los inicios. Los flashbacks, modernísimos para la época, rellenan el presente mientras la banda sonora de Henri Mancini, autor también de Moon River o la melodía de La pantera rosa, se atornilla en los pliegues del oído. El vestuario de Audrey Hepburn se pluriemplea: viste a la actriz y al espectador da una clase de historia de la moda.
Desayuno con diamantes ya la has visto. Sabrina, también. Mencionarlas ni siquiera hace falta. Sería casi de mala educación. Los deberes, ya lo sabemos, están hechos. En esta galería, las mejores películas clásicas de amor montan fila.
El apartamento
Baxter trabaja en una oficina con open plan. Mal comienzo. Sus jefes se aprovechan de él. Lo habitual. Usa su apartamento como guarida de infidelidades. No tan normal. Los favores que presta se encogen cuando descubre que una de las amantes es Shirley MacLaine. La chica que le gusta.
Los caballeros las prefieren rubias
Encontrar trabajo es complicado. Por eso Dorothy (Jane Russell) y Lorelei (Marilyn Monroe) no lo buscan. Ellas buscan marido. Uno que sea rico. Muy rico. Ya está bien de que dos chicas de Arkansas tenga que buscarse la vida como coristas. Y Lorelei lo consigue. Hasta que el padre de su prometido huele sus intenciones.
La fiera de mi niña
A un dinosaurio le falta una clavícula. Conseguirla es su objetivo. Y casarse con su secretaria. Pero con Cary Grant se cruza la mimada de Katharine Hepburn, sobrina de su potencial benefactora. Y trae consigo un pequeño leopardo amaestrado.
Charada
Audrey Hepburn y Stanley Donen ya se conocían. Antes de Dos en la carretera, actriz y director habían trabajado juntos en Charada. Cary Grant completa el triángulo. Y lo salva. Porque Reggie (Hepburn) no sabía con quién estaba casada. Estaba. Ahora su marido está muerto. Y su casa, vacía. Mientras ella estaba de vacaciones, la han desvalijado. Peter (Grant) intentará sacarla del entuerto.
Con faldas y a lo loco
Aquí la mafia casi es asunto de risa. De huida lo es siempre. Y en esas están Joe y Jerry. Pero no hay forma de salir de la ciudad. No encuentran trabajo por ninguna parte. A menos que presten sus servicios musicales a una banda femenina. Y que ellos sean mujeres. En una de las obras maestras de Billy Wilder, Jack Lemmon, Marilyn Monroe y Tony Curtis se enamoran entre pelucas e instrumentos musicales.
Adivina quién viene a cenar
Esta Joanna está de vacaciones en Hawái. Y con un novio (Sidney Poitier) agarrado del brazo. Juntos vuelven a casa de ella. A su madre (Katharine Hepburn) y a su padre (Spencer Tracy) les pilla por sorpresa. No sabían que tuviera novio. Y no esperaban que fuera negro.
Historias de Filadelfia
Aquí los nombres del elenco ya echan solos a andar. Katharine Hepburn, James Stewart y Cary Grant se enredan y desenredan en una comedia sobre el egoísmo, la madurez, el segundo matrimonio de ella y las costumbres sociales.
Irma, la dulce
Irma es prostituta. Una de sobra conocida en las habitaciones del parisino Hotel Casanova. Néstor Patou trabajaba como gendarme. En pasado. En una redada detuvo a su propio jefe y la expulsión fue inmediata. Como su forma de enamorarse de Irma, la que intentará atraer disfrazado de lord inglés. Como en El apartamento, Jack Lemmon y Shirley MacLaine, bajo las órdenes de Billy Wilder.
La tentación vive arriba
Marilyn Monroe vuelve a perder la cabeza. Su personaje. Ella sabía lo que hacía. En otra, como Con faldas y a lo loco, colaboración con Wilder, la actriz rubia se transforma en la nueva vecina de Sherman, un publicista convencido de que, tras siete años, los matrimonios, como está a punto de hacer el suyo, dan al traste. Si buscabas la escena del vestido blanco sobre una salida de ventilación del metro de Nueva York, es aquí.
Testigo de cargo
La idea es de Agatha Christie y el guion es de Wilder. La película, una de las mayores obras maestras del cine. Contiene un asesinato, un abogado enfermo y brillante, dinero, una ironía finísima y una Marlene Dietrich impactante.
Un ladrón en la alcoba
Los ladrones son de guante blanco y de etiqueta negra. De clase alta. Eso se cuentan el uno al otro. Gaston finge ser barón. Lily se disfraza de condesa. Y se enamoran. Y se alían. A partir de ahora, Herbert Marshall y Miriam Hopkins trabajarán juntos. Pero en su nuevo plan se cuela una rica y amable viuda. Y convertirse en miembro de su servicio comienza a complicarse.